Poema: Nocturno a Rosario
Este poema lo encontré en el Cuaderno de Poemas de mi Mamá,
tiene fecha de Transcripción el 22-12-1961
Nocturno a Rosario
(1849-1873)
Manuel Acuña
Pues
bien, yo necesito decirte que te adoro,
decirte
que te quiero con todo el corazón;
que
es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que
ya no puedo tanto, y al grito que te imploro
te
imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
y
hacia otro mundo quiero mi espíritu volver,
camino
mucho, mucho y al fin de la jornada
las
formas de mi madre se pierden en la nada,
y
tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
Comprendo
que tus besos jamás han de ser míos;
comprendo
que en tus ojos no me he de ver jamás;
y
te amo, y en mis locos y ardientes desvaríos
bendigo
tus desdenes, adoro tus desvíos,
y
en vez de amarte menos te quiero mucho más.
A
veces pienso en darte mi eterna despedida,
borrarte
en mis recuerdos y huir de esta pasión;
mas
si es en vano todo y mi alma no te olvida,
¡qué
quieres tú que yo haga pedazo de mi vida;
qué
quieres tú que yo haga con este corazón!
Y
luego que ya estaba? concluido el santuario,
la
lámpara encendida tu velo en el altar,
el
sol de la mañana detrás del campanario,
chispeando
las antorchas, humeando el incensario,
y
abierta allá a lo lejos la puerta del hogar...
Yo
quiero que tú sepas que ya hace muchos días
estoy
enfermo y pálido de tanto no dormir;
que
ya se han muerto todas las esperanzas mías;
que
están mis noches negras, tan negras y sombrías
que
ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.
¡Que
hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo.
los
dos unidos siempre y amándonos los dos;
tú
siempre enamorada, yo siempre satisfecho,
los
dos, un alma sola, los dos, un solo pecho,
y
en medio de nosotros mi madre como un Dios!
¡Figúrate
qué hermosas las horas de la vida!
¡Qué
dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y
yo soñaba en eso, mi santa prometida,
y
al delirar en eso con alma estremecida,
pensaba
yo en ser bueno por ti, no más por ti.
Bien
sabe Dios que ése era mi más hermoso sueño,
mi
afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;
¡bien
sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,
sino
en amarte mucho en el hogar risueño
que
me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!
Esa
era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores
se
opone el hondo abismo que existe entre los dos,
¡adiós
por la última vez, amor de mis amores;
la
luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores,
mi
mira de poeta, mi juventud, adiós!
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